viernes, 15 de abril de 2022

¡Dios mío, Dios mío. Por qué me has desamparado!

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Se trata de un grito con ecos hacia el futuro y hacia el pasado, en tanto que fue escrito unos mil años antes de Cristo y lo seguimos oyendo hasta hoy. Este drama Humano y Teológico había sido anunciado en el libro de Isaías y en varios salmos, pero es el 22, escrito por David y un salmo mesiánico por excelencia, donde se dan detalles como la horadación de sus pies y eventual descoyuntura de sus huesos, las suertes sobre su túnica y el oprobio de las gentes.

 

Por eso hoy quiero que oigamos ese salmo como lo que es, un canto agónico con todo lo que ello implica. Para eso les presento a Stanislao Marino, un venezolano de origen italiano, que logró plasmarlo en una suerte de lamento flamenco que nos recuerda a los ecos plañideros de las cantaoras en la procesión de Sevilla, pero que, en este caso, la melancolía del arpegio de la guitarra está matizada por el uso de los caribeños bongó,  lo que no le quita en nada esa atmósfera gitana que más bien se intensifica con las castañuelas y se siente como una "saeta andaluza". Y todo esto, enmarcando una letra demoledora, como es la
experiencia del Hijo de Dios en el patíbulo, como espantoso pago para redimirnos de nuestras culpas.
 
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