Además,
como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de
Dios, él a su vez los entregó a la depravación mental, para que hicieran
lo que no debían hacer. Se
han llenado de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y
depravación.
Están llenos de envidia, homicidios, disensiones, engaño y
malicia.
Son chismosos, calumniadores, enemigos de Dios, insolentes, soberbios y arrogantes; inventores de maldades; se rebelan contra sus padres; son insensatos, desleales, insensibles, despiadados.
Saben
bien que, según el justo decreto de Dios, quienes practican tales cosas
merecen la muerte; sin embargo, no solo siguen practicándolas, sino que
incluso aprueban a quienes las practican.
Romanos 28: 28-32
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