domingo, 12 de julio de 2009

Orden Divino y Actitud Correcta


Hace algún tiempo mi amiga Judith de Paravissini inventó una oración de solo dos palabras que a mi me pareció genial: “Orden Divino”, Señor, la cual usaba ella constantemente para pedir por todas sus cosas, por ejemplo: orden divino para mi casa, orden divino para mi país, orden divino para mi trabajo. Yo también tenía una oración de solo dos palabras, la que intercambié con ella: “Actitud Correcta”, Señor, la cual usaba, igual que ella, para todas mis cosas, por ejemplo: actitud correcta con Dios, actitud correcta con mis hijos, con mi iglesia.

En estos días, recordándola, pensé que estas oraciones deberían ir juntas: Dios hace lo suyo y yo hago lo mío, Dios pone el orden divino y yo, la actitud correcta. Si las cosas lograran mantenerse así, todo nos iría bien. Pero lo que más me gustó, recordando esto, es que entendí que tanto la actitud correcta como el orden divino están en nuestras manos, están en la Palabra de Dios. Dios nos ordena a través de ella y nosotros conseguimos allí la actitud correcta. Para que esto suceda, tenemos que conocer lo que está escrito: cuáles los mandamientos y cuáles las promesas; los mandamientos los cumplimos nosotros y las promesas, Dios.

Podríamos poner como ejemplo un auto que se queda varado en la carretera, que entorpece al conductor y entorpece a todos los que están detrás de él, y cuando se le pregunta porqué se quedó varado, responde: “es que no le puse gasolina, me descuidé”. Así como nuestro auto no puede marchar sin gasolina, nuestra vida no puede avanzar si no oramos constantemente; porque la oración, mis amados, es el motor que mueve a los hombres y mueve a Dios.

Nuestra vida cristiana puede paralizarse por dos razones: desconocimiento y desobediencia. Alguien dijo muy sabiamente: “no es lo que sabemos, sino cómo lo usamos”. ¿Cómo usamos lo que sabemos de Dios? Podríamos usar como ejemplo “yo sé que Dios da, pero yo no pido”. El desconocimiento también es desobediencia porque hemos recibido el mandato de parte del Señor de escudriñar las Escrituras (Juan 5:39).

Siempre me asombrará la desobediencia de los hijos de David (los cuales violaron, mataron y conspiraron), de los hijos de Samuel (eran jueces corruptos) y del nieto de Nabucodonosor, que había conocido la bendición en la mayor de las magnitudes y había conocido también la disciplina de Dios, a través de la experiencia de su abuelo; sin embargo nada lo movió, ni la bendición ni el juicio (Daniel 5:18-30); por eso decíamos antes: una cosa es lo que sabemos y otra es como usamos lo que sabemos.

Tiene mucho valor que la Biblia lo diga y que yo lo sepa, pero tiene mucho más valor que la Biblia lo diga, que yo lo sepa y que yo lo haga. Dios no quiere que su palabra sea papel, ¿de qué puede servir una maqueta si el edificio jamás se construyó?, ¿de qué sirve una receta d
e cocina si no va a la mesa?, ¿de que sirve un patrón si nunca llega a ser un vestido?

No dejemos que la palabra de Dios sea simplemente papel; ella fue la receta, la maqueta y el patrón de este Universo que por ella se hizo.

Tienes en la Palabra de Dios el patrón para construir el tuyo.


Hilda de Reyes, Caracas, Julio de 2009

3 comentarios:

  1. Tienen un poder de síntesis envidiable.

    Por cierto, gracias por recordarnos a la hermana Judith de Paravissini

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  2. Como aprendí hace mucho tiempo: "La Biblia es nuestra norma suprema de fe y conducta."
    Un saludo desde España.

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  3. Gracias por este precioso post. Me encantó. También muchas gracias por visitarme y poder así conocerlas.
    El Señor les continúe bendiciendo. Y hablo en plural porque veo que son varias, aunque este post tiene una firma.
    Un caluroso abrazo fraterno.

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