En el vientre de una mujer embarazada se encontraban
dos bebés. Uno pregunta al otro:
-¿Tú crees en la vida después del parto?
- Claro que sí. Algo debe existir después del parto.
Tal vez estemos aquí porque necesitamos prepararnos para lo que seremos más
tarde.
- ¡Tonterías! No hay vida después del parto. ¿Cómo
sería esa vida?
- No lo sé pero seguramente... habrá más luz que
aquí. Tal vez caminemos con nuestros propios pies y nos alimentemos por la
boca.
- ¡Eso es absurdo! Caminar es imposible. ¿Y comer
por la boca? ¡Eso es ridículo! El cordón umbilical es por donde nos
alimentamos. Yo te digo una cosa: la vida después del parto está excluida. El
cordón umbilical es demasiado corto.
- Pues yo creo que debe haber algo. Y tal vez sea
sólo un poco distinto a lo que estamos acostumbrados a tener aquí.
- Pero nadie ha vuelto nunca del más allá, después
del parto. El parto es el final de la vida. Y a fin de cuentas, la vida no es
más que una angustiosa existencia en la oscuridad que no lleva a nada.
- Bueno, yo no sé exactamente cómo será después del
parto, pero seguro que veremos a mamá y ella nos cuidará.
- ¿Mamá? ¿Tú crees en mamá? ¿Y dónde crees tú que
está ella?
- ¿Dónde? ¡En todo nuestro alrededor! En ella y a
través de ella es como vivimos. Sin ella todo este mundo no existiría.
- ¡Pues yo no me lo creo! Nunca he visto a mamá, por
lo tanto, es lógico que no exista.
- Bueno, pero a veces, cuando estamos en silencio,
tú puedes oírla cantando o sentir cómo acaricia nuestro mundo. ¿Sabes?... Yo
pienso que hay una vida real que nos espera y que ahora solamente estamos
preparándonos para ella...
Autor desconocido.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Lucas 6:19-21
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.Juan 14:2
CIELO NUEVO Y TIERRA NUEVA
(Apocalipsis 21)
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Y
oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con
los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
Y
el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas
las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y
verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
Pero
los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios
y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en
el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
LA NUEVA JERUSALEN
Vino
entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas
llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven
acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.
Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo
la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra
preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
Tenía
un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles,
y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de
Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.
Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
La
ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su
anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la
longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.
Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio;
y
los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra
preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero,
ágata; el cuarto, esmeralda; el
quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo,
berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto;
el duodécimo, amatista.
Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.
No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario